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Mostrando las entradas de 2015

El sol cura ausencias

Confieso que tengo una manía muy mala. Cuando me da nostalgia por ausencias me reconforta bastante estar en un lugar en el que me exponga al sol, es mucho mejor si me da directamente en la espalda o los brazos. Varias personas personas me han dicho que es malo estar en contacto con el sol de esa forma pero yo creo que es más malo pensar en todas las formas de morir cuando te encuentras tan vulnerable. No creas que yo sólo pienso en morir, no. Pienso en demasiadas cosas, en mis miedos, en mis sueños, en el pasado, en preguntas que pocos se harían... Muchos se viajan con sustancias nocivas, otros se mueren, muchos más se deprimen; mi forma de «solucionarme» es el sol y escribir. Piensa en esto: Estás asfixiándote con tu tristeza, te vuelves un cúmulo de recuerdos y ”hubieras“, te sientas bajo el sol, te quemas, explotas y en el aire se quedan todos tus pedazos dañados, dejando vivo tu espíritu y una oportunidad de comenzar. Quizá suene absurdo pero últimamente ese es mi único consuelo, e

Ciclo

Dicen que soy buena superando los problemas, que un día puedo estar a punto de lanzarme por la ventana y al siguiente sonreír como si la felicidad fuese a estallar dentro de mí. No saben cuán equivocados están. Que no, no es lo mismo decirse «Todo va a estar bien» a realmente estarlo, porque yo me lo he dicho mil veces mientras estoy ahogándome en llanto.  A veces no me creo nada de lo que digo, otras no tengo idea de lo que hago. Soy una persona que siente y siente mucho, que se apasiona desmesuradamente y que nunca rompe sus promesas. Por todo lo anterior es que estoy jodida. Las veces que me he enamorado lo he hecho como si supiera que a la mañana siguiente perderé la capacidad de sentir, cuando hago las cosas las hago como si fueran lo más importante del mundo en ese momento, y cuando prometo algo, primero muerta a no cumplirlo. Quizá por todo esto es que soy tan vulnerable, tan expuesta, quizá tengo sentimentalismo de sobra y por ello sea tan fácil salir dañada de cualquier lugar,

Un chico París

He llevado una vida tan calculada que las matemáticas no me hacían ni cosquillas, pero entonces llegó alguien que desordenó toda mi columna vertebral  y desequilibró esa vida tan fuerte que había construido sobre una cuerda tan delgada como mi lógica. Nunca fui mucho de rosas ni cartitas, de sorpresas o sonrojos, y prometí jamás ceder ante las debilidades  que un «Qué guapa te vez con esa sonrisa»  podía provocar. Pero los humanos decimos muchas cosas  y nos contradecimos siempre, he chocado con un chico París  que ha tatuado mi vida con la palabra ROMANTICISMO en letras mayúsculas. Que me ha dicho que toda la vida he estado equivocada y que no todos los cuentos dicen mentiras, que es más bonito pisarle los pies a quedarme sin bailar y que mi baja estatura es perfecta  porque besarlo me obliga a mirar siempre hacia arriba. Es por eso que me atrevo a decirte, mi amor, que quiero toda la vida contigo
 aunque implique romperle los relojes 
a esta rutina tan puntual que llevo, llegar tarde

¿Qué hay detrás de los ojos tristes?

Hay un gran vacío, o quizá, hay una enorme añoranza por lo que se ha perdido.
 Un amor fugaz o uno demasiado lento. 
 Una persona bailando entre las pupilas o una ausencia que se expande hasta acabar con la vista.
 Un corazón roto o uno que trae puesto una armadura a prueba de sonrisas que roban suspiros.
 Hay miles de historias de amor que merecen ser contadas.
 Un adiós o un hasta luego que nunca llegó, un hola o una bienvenida que desgarró el alma. 
Voces diciendo “quiero un tiempo” o un “ya no te quiero”.  Hay remembranzas que muestran lo prohibido o lo acabado, que mantienen vivo el dolor que se creyó haber exterminado. Pero sigue tan latente que provoca un mar de lágrimas mezclado con melancolías, lágrimas que intentan apagar el fuego para que el corazón no termine hecho cenizas.
 Se encuentran esos sueños rotos que traté de coser con el hilo de la esperanza.
 Las metas personales que se escaparon después varios intentos fracasados. 
La sensación de encontrarte en un laberinto co

Nada sobra

Me siento muy suicida al estar sentada al lado de una ventana que mira como llora el cielo, al estar despierta en la madrugada, al tener papel y pluma en mano. No sé qué cicatrices volveré abrir estando en estas condiciones ni que tan profundo será el abismo en el que me he convertido y en el que cualquier cosa (o persona) que entra cae, cae, y cae, nunca escucho el golpe final. Mis ojeras dicen que he dormido  sólo un par de horas, yo digo que los sueños se me están muriendo. No he salido de casa en todo el día y ha sido todo un caos, me he mirado en el espejo y me he visto diferente, podría decir que imparable pero es que hoy mi espíritu idealista corrió todo un maratón, quizá es por eso que ahora estoy tan abatida y cansada que no me queda más que recoger los retazos que van dejando mis momentos de luz y entrega. Llevo días tratando de equilibrar  mis sentimientos. No sé cómo manejar la libertad que se me está dando ni cómo sobrellevar la constante montaña rusa que es ahora mi vida.

Ella soy yo

Era una chica hecha de trozos de mundo, tomaba todo lo que se encontraba bueno o malo, tomaba malas decisiones y los peores o las mejores oportunidades y a las mejores personas. Estaba hecha de un sinfín de maravillas, se quedaba con mucho de la gente y dejaba mucho de ella en otros. Soñaba con tomar una maleta subirse a un tren y despedir a todos con un pañuelo, estaba loca y sufría sobredosis de películas románticas y novelas que le quitaban el sueño y la vida. Se sentía imparable y lo era,  porque se lo repetía a si misma porque se lo creía. Le gustaba que la contradijeran amaba hablar y exponer sus argumentos y los demás amaban ver el brillo en sus ojos que se le subía cuando hablaba con tanta pasión. Todas las tardes subía a su terraza, ponía a su cantante preferido y cantaba a todo pulmón y bailaba embriagada de ganas, era un espectáculo precioso. Tenía una sonrisa que le robaba la atención al sol, y es que no era necesario que dijera algo, si sonreía bastaba, ella era un milagro

Las miradas te salvan o te destruyen

Soy de las personas que cree en el poder de las miradas. Él podía darme todo su amor en una sola y le seguía una sonrisa que podría romperme hasta cuatro veces al día. A veces me miraba como si quisiera poseerme y supiera exactamente cómo hacerlo, anclándose a mis puntos débiles, me miraba como si en mí pudiera afirmar su esperanza. Otras, me desnudaba con sólo mirar hacia mí y, aunque apuntaba hacia mis ojos, el tiro daba directo a mi pecho. La estela de su mirada se quedaba incrustada en mis fisuras. El muy maldito sabía cómo desarmarme, armarme, repararme, sabía hacerme polvo y rehacerme del mismo. Llegamos a un punto en el que dejó de verme como si fuera la dueña de la luz y comenzó a escrutarme en cada parpadeo, esta vez su disparo fue letal. Me di cuenta que con tan solo me mirase podría resucitar tantas veces como quisiera o desmoronarme en un tiempo récord. Fue entonces cuando entendí que hay miradas que te salvan o te destruyen. Yo elegí ambas en una misma persona, he ahí la r

Abril 17

No podría pensar en un 17 de abril que no lleve tu nombre. En una fecha que, sin duda, me ha dejado cicatriz en el alma y se ha convertido en la bala del arma que me pongo en la sien cada vez que el calendario me juega bromas y se resiste a cambiar de día. Hay domingos, como hoy, en los que 17 de abril pasa mil veces en una sola mañana o en las madrugadas de verano que es cuando parece que todos los días es esa fecha. Te he escrito un mar de cartas en las que termino ahogada, mi razón ya no me sirve de salvavidas y me desgasto varias vidas en escribirte «Me haces falta». Que 17 de abril es sólo mío y que el año no tiene derecho a reclamármelo pues me lo he ganado a base lágrimas y un amor a medias. Que ese abril 17 se cola por mis sábanas cada vez que siento que la tristeza me abraza y no encuentro la salida del laberinto que me enloquece. Que he perdido la cuenta de todos los abriles que me has robado pues todo el mes es dedicado a ti y a tus putas manías. Que me debes un montón de dí

Sobre crecer

Mírate  caminas como si tu vida fuera un castigo y tu hogar una sentencia. El disfraz de soñadora que te cargabas ahora yace en el suelo al lado de todo el idealismo que vomitaste  cuando te diste cuenta que no eras invencible. Vociferas maldiciones y ya no crees en los cuentos que te alimentaban el espíritu, crees que es estúpido pensar en la posibilidad de viajar en una calabaza o tener un hada madrina. Te han arrancado el brillo de la mirada y tus caderas ya no bailan al compás de la poesía, no hay ilusiones en tu ahora torcido corazón. Qué putada la que te hicieron, maldita sea la hora en la que creciste. — María Celeste R.

Sueño y Frustración

Ella se llama Sueño, pero se apellida Frustración. Es de las chicas que brincan creyendo  que pueden alcanzar el cielo pero antes de las 6 ya están golpeando el suelo porque no lograron alcanzar ni un rascacielos. Sin embargo yo no conozco a ningún soñador  que no se haya frustrado, se me rompe el alma cuando veo a algunos que tienen la frustración y el fracaso tatuados, pero ella es otro asunto, su apellido no le hace doblar las piernas por más de 37 horas, después de ese tiempo se lava la cara y sale a gritarle al mundo que ya está lista para volver a empezar. Su peor error es ser tan idealista porque se ha tomado doble ración de ganas de salvar un país y derrocar al sistema. Por el día se ve tan despierta y activa que cualquiera pensaría que no es la misma  que llora por las noches y se tapa los ojos con las manos diciendo: No lo logré. Pero ella no sabe que después de esa frase va un Pero lo intenté  y eso significa más, mucho más. Significa que ha dejado de formar parte  del grupo

Poeta con musa

“Estas son las últimas letras que voy a escribirte” Le dije, y ojalá fuera cierto, pero sé que mañana cuando las estrellas se vayan dormir y ya no quede rastro de la noche volveré a estar sentada debajo un cielo que ahoga gritos  que evocan su nombre y comenzaré —como siempre— a ponerlo de protagonista en todos los versos que siempre me rompen un poco el alma. — María Celeste R.

La Flor

Hoy he abierto las ventanas y me he dado cuenta de lo mucho que me he perdido por vivir detrás de las cortinas. Ha crecido una flor naranja que está preciosa y yo me he perdido de ella, incluso el viento que besaba mi falda ya se ha vuelto más cálido, el sol está como para besarlo. He revisado el diario y tengo más poemas que ganas de seguir andando, tienen la palabra morir más veces de las que me hubiera gustado. Mi madre me ha dejado un té en la mesita y me ha dicho que salga por una nueva sonrisa pero no, lo que yo quiero es recuperar la mía, por eso voy a saltarme la ventana y a perseguir —como una loca— a ese amanecer que me está robando los suspiros. Pero antes... ¡Qué bonita está la flor! María Celeste R.

Día de mi Héroe

Siempre he visto a mi padre como el árbol más grande, fuerte e indestructible de mi bosque. Como esa persona que nunca me falla, la que siempre está ahí cuando todos se han ido, quien nunca deja de creer en mí... Y es la verdad, cuando hablo de él le gano a la objetividad y es entonces cuando no hay palabras más sinceras que las que escribo cuando intento describirlo. Cuando era más chica pensaba en mi padre como un súperhéroe (siempre le ha hecho justicia a esa comparación)  pues era quien se regresaba cuando olvidaba la mochila, quien me ayudaba la noche antes del examen de matemáticas, quien siempre cargaba con la cámara para capturar cada momento de mi vida, mi transporte personal, quien siempre resolvía los nudos cuando el hilo de mi travesía de enredaba entre los «porqués». Toda mi corta vida he escuchado que dicen que Dios sólo te presta a tus padres por un tiempo, que al final de la vida volverán a él porque siempre le han pertenecido. Estoy bien con eso porque conozco la miser

Te extraño

Hace tanto tiempo que no me detenía a pensar en por qué la soledad cala tanto en las tardes lluviosas y en por qué me la paso escribiendo en lugar de fumarme lo que queda de tu rastro. Tengo miedo de muchas cosas pero más miedo tengo de golpear las paredes, tirarme al suelo y decir eso tan trillado: «No puedo vivir sin ti». He dejado de bailar sólo para no recordar tus pasos pero aquí sigo, marcándolos en el suelo para que nadie los pueda borrar. No he querido arrancar de mi piel tus caricias porque suelo usarlas como mantra. Quizá no entiendas lo que te escribo  y comprendo  por que tú nunca entendías lo que trataba de decirte y qué mal, por ti, por mí, por el cielo por las fotografías, por todos los poemas que no te enamoraron. — María Celeste R.

Gracias

Gracias es una palabra que se queda bastante corta y no les hace la menor justicia. Hoy terminamos una etapa de nuestras vidas, muchos nos dirán que no es una despedida sino un hasta luego pero admitámoslo, verdaderamente nos estamos despidiendo porque no tenemos la certeza si los cables de nuestras vidas volverán a enredarse. Podría decirles que no cambien, pero no, porque cambiar es de lo mejor que puede pasarnos. Podría decirles que no me olviden, pero no, porque sé que nadie es indispensable. Podría decirles que nos quedemos, pero no, porque ya hace falta cambiar nuestro rumbo. Siempre creí que cuando saliera del instituto extrañaría las paredes, los muros, los salones, la acera, el jardín, en fin, creí que extrañaría la estructura, sin embargo, ahora estoy segura que a a quienes voy a extrañar es a cada uno de ustedes, porque sí, ustedes son quienes le daban vida a este par de ladrillos. Quiero agradecerle Dios por permitirme seguir aquí, a mis maestros por ser mis guías y mi insp

Arriésgate

¿Y si hablamos de lo estúpido que es no arriesgarse? Porque está claro que es estúpido y bastante cobarde. Pero pasa y pasa siempre. La mitad de mi corta vida me la pase temiendo, sin alegrías, fracasos  o victorias, y les seré sincera: era una inútil. No sabía hacer nada porque nunca me había arriesgado, ni me había equivocado, tampoco había oportunidad de aprender la lección. Tuve que darme cuenta de lo cuerda y aburrida que era mi vida para tomar cartas en el asunto. Y no hablo de asaltar bancos o perseguir el amanecer. No. Hablo de decir «sí», de atreverse a ser diferente, de bailar sin saber hacerlo. Si quieren volverse locos, háganlo,  pero vivan. Los días pasan tan rápido que es más fácil  arrancar toda una semana de los papelitos del calendario. Por eso, antes de llegar al punto de despertar a los 45 años  y decir “¿Qué carajo hice con mi vida?» y llorar o maldecir la carrera que escogiste o la persona con la que te casaste... Vive, aférrate, suelta, abandona, no cedas, da igua

Es entonces cuando te conviertes en vida

Me he acostumbrado a caminar sobre el papel y es lo mismo a caminar encima de alambre porque sí, la poesía duele pero me gusta. Es una de esas chicas que son terribles amando pero es imposible no amarlas, la poesía es un bonito suicidio y el mejor develo del humano que la escribe. Ya me he acostumbrado a dejar parte de mí en cada letra, en cada coma, en cada punto. Y luego estás tú, que la poesía no te hace la menor justicia porque admitámoslo  no hay poema sin la musa, entonces si la vida es poesía y tú eres la musa pero no estás, entonces, cariño, sin ti no hay vida. Y ojalá que te acuerdes de esto cada vez que se te ocurra irte y no regresar. Y ojalá que me quieras y tatúes tu poesía en mi espalda, porque si no, sólo seré un lienzo tan triste y seco como el desierto que forman las despedidas. — María Celeste R.

Cobardía

Me faltó valor para decirte que tu nombre es una herida que escuece al susurrarla, que eres el dueño de todos los reproches  que tengo guardados bajo el colchón, que los días contigo eran los únicos que no arrancaba de mi calendario, que tu sonrisa me provoca lo mismo que la poesía hiriente que desgarra el alma pero es tan bella que todo se lo perdono. Que las flores que me diste me espinaban más que la alegría que me daba al verlas en el florero que terminó roto como todo lo que tú me diste. Que el verano se nos hizo invierno  y tu actitud, un iceberg, que tu barco me ahogaba más que estando fuera de él. Me faltó valor para decirte que lo nuestro dolió más de lo que sanó. — María Celeste R.

Por si nos despiertan

Decirnos «te amo», incendiar nuestras ganas y bailar sobre las cenizas, ser pluma y papel, fuego y viento. Abrir las puertas, las ventanas y desempolvar la memoria. Vivir en un girasol y mirar el cielo hasta que creamos que ese es nuestro hogar. Correr a la velocidad de las aves y volar con la misma pasión con la que nadan las sirenas —creo en ellas y no me interesa la opinión científica—. Colarnos entre un par de comillas y encerrarnos en un par de líneas, bajar la cremallera  y desvestirnos de ansiedad, jugar a que tú me escribes y yo me encuentro. Tejer y bordar caminos en los que podamos caminar, bebernos las madrugadas  en cualquier bar. Trazarte un beso y seducir a tus instantes, decir “lo siento” y soltar ese orgullo que cargamos. Despeinar el mar y meter sal en tu pecho hasta que sanen las heridas, embriagarnos de nosotros mismos y deshacerte la costumbre. Robarte el verano y volarte la sombrilla, ser viento y tú, el diente de león. Hacer todo eso ya, en esta vida, no esperar a

Digamos...

Digamos que si me llamaras a las 3:45 am y me pidieras un último beso antes de entregarte al mundo, te lo daría y con gusto iría descalza y desnuda de cualquier prejuicio o idea que me haga pensar que no eres tú quien me inyecta una dosis más de locura. Digamos que me abres la puerta y me dices que ya me habías estado esperando dos vidas mucho antes de conocerme, entonces siento que soy nubes, tú eres mi cielo y todos tus lunares son las aves   que esperan que las conquistemos. Digamos que te doy ese beso que querías antes que llegue el amanecer y nos diga lo estúpidos que somos al vivir esto de manera tan desenfrenada. Y entonces me vale, yo te quiero, tú me quieres y si quieres me quedo toda la vida a darte ese beso que te recuerda que en la vida no todo es ese constante flujo de mercadotecnia sino tu sonrisa bailando en mis clavículas. —  María Celeste R.

Sería bonito volverse locos

¿Han pensado lo bonito que sería
 volverse locos?
 Yo sí
 y lo primero que haría sería pedirte que compráramos dos boletos a cualquier lugar 
y nos fuéramos,
 sin importar nada.
 Ponerme a bailar con cualquier extraño
en la calle y decirle que la vida es más feliz
 haciendo lo que los demás nunca harían.
 Comprar flores y regalarlas,
 nadar en una fuente,
 brincar hasta el cielo,
 beberme los mares,
 besar tus lunares,
 escribir en los muros,
 asaltar los museos,
 sonreírle a un anciano,
 perseguir los amaneceres,
 cantar en ropa interior,
 besar el sol,
 cantar todo el día,
 desvestirme de miedos,
 pedir perdón. — María Celeste R.

Madrugadas y tu puto recuerdo

El viento agita mi alma y me recuerda tanto a ti y a ese estúpido efecto que provocabas en mí cada vez que besabas el sol y sonreías. Miro el cielo y me dan ganas de comerme su inmensidad hasta saciar el vacío que me cargo desde que tomaste otro tren que no fue el mío. Eras mar y me ahogabas, yo era ola y me rompía al chocar contigo. Presiento que esta noche trae doble ración de recuerdos y melancolía, y ya sé que todo el día me la he pasado recordándote pero es que, cariño, tú no eres de los que se olvidan ni yo de las que tiran los recuerdos en cada esquina como si fueran colillas —ni tú eres cigarro ni yo una adicta— tú eres mi cicatriz imborrable  y yo la suicida que dejó que la cortaras. — María Celeste R.

Madrugadas que duelen

Y es cierto que en esta madrugada  tu recuerdo se ha colado entre mis sábanas  y ha entrado en mí arañando por dentro  hasta que tuve el valor de liberarlo en un poema. Escribí tu nombre y siguió doliendo el sólo repetirlo, creo que lloré pero no hice algún ruido para no despertar a los momentos que me dañan y se clavan en mí como estacas  cada vez que se me da por recordarte. Me mordí los labios y me desmoroné. Siempre es así. Te recuerdo, me daño y entonces, ya no sé si es amor o añoranza. — María Celeste R.

Perdida

Me siento perdida y perdedora.  Últimamente siento cómo el tiempo me come  y me gana,  siento que mi amanecer  se ha tornado blanco y negro,  las canciones sólo atraen el llanto  y mi vida cuelga del barranco,  uno del que me suelto  pero siempre hay un testarudo que me coge antes de caer al vacío.  He perdido a personas importantes para mí,  ya no sé lo que es tener un amigo   ni un hombro donde poner mi rostro  y llorar hasta que la sequía llegue a mi tristeza.  Los nudos en mi garganta son más frecuentes  e insoportables,  he llegado a creer que es el mundo el que se me atora y no la simple angustia de saberme vulnerable.  He olvidado lo que es despertar  y tener ganas de vivir cualquier naufragio  y bailar en cualquier isla. Me siento ahogada, olvidada,  cansada,  frustrada.  Creí saber lo que quería pero estoy en un punto  en el que ya no estoy segura de nada ni de nadie. Sólo sé que quiero dormir  y despertar siendo la misma de antes,  incluso mejor.  No sé si todos los humanos t

Escribirla en pasado duele

Salir a las 2:35 a.m de su casa, descalza y con el cabello hecho un desastre sólo para bailar su canción favorita  en una carretera vacía y sin autos, era una locura. Pero así era ella estaba loca y era preciosa. Tenía una sonrisa enorme y eso que no tenía muchos motivos para sonreír, se olvidaba de los semáforos en rojo y se lanzaba al tráfico de sus sentimientos sin miedo a morir en el intento. “Tienes que vivir y ser vida” me decía pero yo era muy pequeña para entenderlo, sin embargo,  ahora me doy cuenta de todo, de ella,  de la vida. Me enseñó a luchar  y hoy ya no me intimido ante cualquier batalla, me hizo una guerrera con pluma y criterio como armas. Me enseñó a disfrutar, a aferrarme y a saber soltar. A amar, a reír, a saltar, a escribir en la luna... Por supuesto que era vida, incluso resurrección. Mirarla era vivir y padecerla era maravilloso. Efímera y dinamita, explosiva y arrebatadora, así era ella. Lo único que me duele de todo esto es no poder escribir un «Es» en lugar

Y si...

Y si te llamara y te diría que vuelvas ¿Vendrías? Si te dijera que te amo y que mentí cuando te dije lo contrario ¿Volverías? Tenia miedo y ahora también pero ya no puedo seguir cargándote en mi espalda, ni escribirte cada minuto  o relatar más de 27 vidas contigo porque me daño y saberte lejano termina por disparar el arma que llevo cada vez que se me da por extrañar tu perfume en mi piel. Si te buscara y me lanzara a tus brazos  como la suicida que soy ¿Me abrazarías? Y si acaso estuvieras dispuesto a besar mis cicatrices y la terrible añoranza que me cargo ¿Me dirías que sí? — María Celeste R.

Deseos

No puedo soportar las ganas que me dan de tirarte al suelo y comerte a besos cada vez que te veo. Besarte lo párpados, las comisuras y el cuello. Quedarme prendada de tu aroma y que ni boca baila al compás de tus deseos. Amarnos hasta saciar la ansiedad que nos araña por dentro y así hasta desbordarnos por las grietas. — María Celeste R.