Digamos...

Digamos que si me llamaras
a las 3:45 am y me pidieras un último beso
antes de entregarte al mundo,
te lo daría
y con gusto iría descalza
y desnuda de cualquier prejuicio o idea
que me haga pensar que no eres tú
quien me inyecta una dosis más de locura.
Digamos que me abres la puerta
y me dices que ya me habías estado esperando dos vidas
mucho antes de conocerme,
entonces siento que soy nubes,
tú eres mi cielo
y todos tus lunares son las aves 
que esperan que las conquistemos.
Digamos que te doy ese beso que querías
antes que llegue el amanecer
y nos diga lo estúpidos que somos
al vivir esto de manera tan desenfrenada.
Y entonces me vale,
yo te quiero,
tú me quieres
y si quieres me quedo toda la vida
a darte ese beso que te recuerda
que en la vida no todo es ese constante flujo de mercadotecnia
sino tu sonrisa bailando en mis clavículas.
— María Celeste R.

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