Por si nos despiertan
Decirnos «te amo», incendiar nuestras ganas y bailar sobre las cenizas, ser pluma y papel, fuego y viento. Abrir las puertas, las ventanas y desempolvar la memoria. Vivir en un girasol y mirar el cielo hasta que creamos que ese es nuestro hogar. Correr a la velocidad de las aves y volar con la misma pasión con la que nadan las sirenas —creo en ellas y no me interesa la opinión científica—. Colarnos entre un par de comillas y encerrarnos en un par de líneas, bajar la cremallera y desvestirnos de ansiedad, jugar a que tú me escribes y yo me encuentro. Tejer y bordar caminos en los que podamos caminar, bebernos las madrugadas en cualquier bar. Trazarte un beso y seducir a tus instantes, decir “lo siento” y soltar ese orgullo que cargamos. Despeinar el mar y meter sal en tu pecho hasta que sanen las heridas, embriagarnos de nosotros mismos y deshacerte la costumbre. Robarte el verano y volarte la sombrilla, ser viento y tú, el diente de león. Hacer todo eso ya, en esta vida, no esperar a