Madrugadas y tu puto recuerdo

El viento agita mi alma
y me recuerda tanto a ti
y a ese estúpido efecto que provocabas en mí
cada vez que besabas el sol y sonreías.
Miro el cielo y me dan ganas de comerme su inmensidad
hasta saciar el vacío que me cargo
desde que tomaste otro tren que no fue el mío.
Eras mar y me ahogabas,
yo era ola y me rompía al chocar contigo.
Presiento que esta noche trae doble ración de recuerdos
y melancolía,
y ya sé que todo el día me la he pasado recordándote
pero es que, cariño, tú no eres de los que se olvidan
ni yo de las que tiran los recuerdos
en cada esquina
como si fueran colillas
—ni tú eres cigarro ni yo una adicta—
tú eres mi cicatriz imborrable 
y yo
la suicida que dejó que la cortaras.


— María Celeste R.

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