Gracias

Gracias es una palabra que se queda bastante corta y no les hace la menor justicia. Hoy terminamos una etapa de nuestras vidas, muchos nos dirán que no es una despedida sino un hasta luego pero admitámoslo, verdaderamente nos estamos despidiendo porque no tenemos la certeza si los cables de nuestras vidas volverán a enredarse.
Podría decirles que no cambien, pero no, porque cambiar es de lo mejor que puede pasarnos.
Podría decirles que no me olviden, pero no, porque sé que nadie es indispensable.
Podría decirles que nos quedemos, pero no, porque ya hace falta cambiar nuestro rumbo.
Siempre creí que cuando saliera del instituto extrañaría las paredes, los muros, los salones, la acera, el jardín, en fin, creí que extrañaría la estructura, sin embargo, ahora estoy segura que a a quienes voy a extrañar es a cada uno de ustedes, porque sí, ustedes son quienes le daban vida a este par de ladrillos.
Quiero agradecerle Dios por permitirme seguir aquí, a mis maestros por ser mis guías y mi inspiración, a mis padres por apoyarme y por jamás darme la espalda... Y quiero darles las gracias a ustedes, mis compañeros, que ya son mi familia, porque me acompañaron en esta travesía y supieron ser personas conmigo.
Podría darles muchos tips, recomendaciones, contarles vivencias, pero sólo les diré un consejo: No cedan.
No cedan ante el gobierno (aunque suene idealista), ante las presiones o las personas, no cedan ante el sistema o el anarquismo, ante la apatía o el conformismo, no cedan, no den su brazo a torcer. Aférrense, no suelten, no abandonen, luchen por sus sueños, vuelen, besen el sol, sean invencibles...
Y sobre todo, miren mucho el cielo.



— María Celeste R.

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