Un chico París
He llevado una vida tan calculada
que las matemáticas no me hacían ni cosquillas,
pero entonces llegó alguien que desordenó
toda mi columna vertebral
y desequilibró esa vida tan fuerte
que había construido sobre una cuerda
tan delgada como mi lógica.
Nunca fui mucho de rosas ni cartitas,
de sorpresas o sonrojos,
y prometí jamás ceder ante las debilidades
que un «Qué guapa te vez con esa sonrisa»
podía provocar.
Pero los humanos decimos muchas cosas
y nos contradecimos siempre,
he chocado con un chico París
que ha tatuado mi vida con la palabra
ROMANTICISMO en letras mayúsculas.
Que me ha dicho que toda la vida he estado equivocada
y que no todos los cuentos
dicen mentiras,
que es más bonito pisarle los pies
a quedarme sin bailar
y que mi baja estatura es perfecta
porque besarlo me obliga a mirar siempre hacia arriba.
Es por eso que me atrevo a decirte, mi amor,
que quiero toda la vida contigo
aunque implique romperle los relojes
a esta rutina tan puntual que llevo,
llegar tarde a todas las citas
que no te incluyan,
coserte las heridas con las agujas
que logre robarle al reloj,
contarte los lunares
hasta que den las cinco.
Quiero, cariño,
despeinarte la mirada,
volverte un poema salvaje
y recordarte cada segundo
por qué te quiero tanto.
— María Celeste R.
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