Sobre crecer

Mírate 
caminas como si tu vida fuera un castigo
y tu hogar una sentencia.
El disfraz de soñadora que te cargabas
ahora yace en el suelo
al lado de todo el idealismo que vomitaste 
cuando te diste cuenta que no eras invencible.
Vociferas maldiciones
y ya no crees en los cuentos que te alimentaban el espíritu,
crees que es estúpido pensar en la posibilidad
de viajar en una calabaza
o tener un hada madrina.
Te han arrancado el brillo de la mirada
y tus caderas ya no bailan al compás de la poesía,
no hay ilusiones en tu ahora torcido corazón.
Qué putada la que te hicieron,
maldita sea la hora en la que creciste.

— María Celeste R.

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