Quisiera, por un momento, no pensar en ti.

Olvidarme por completo de la playa que formas con la piel, del océano tan bonito que te cargas en los ojos, de tu boca, tan parecida a un barco que, constantemente, naufragaba en mis labios.

Quisiera que no existieras para así ocupar mis deseos en otras cosas porque desde que te conocí todas mis velitas de cumpleaños se apagan con el susurro de tu recuerdo; quisiera que te borres del mapa para así poder encontrarme e intentar conquistar otras islas. Pero eres un iceberg con el cual mi velero siempre se estrella y así no puedo continuar.

He intentado no mirarte como si eso anulara tu existencia, pero a veces soy ingenua y me aferro a cualquier tontería para que dejes de dolerme.

Te quiero, tanto que parece irreal, tan cierto que pareces un rasguño en mi pecho.
Quisiera decirte adiós, como se lo digo a todo el mundo, pero tengo la manía de voltear cada vez que dices mi nombre y parece plegaria.

Quisiera que no existieras, pero de no hacerlo no hubiera conocido a la poesía, ni el amor.
Pero dueles y ojalá, algún día, tú ya no, ni en mis letras, ni en mí.

— María Celeste R

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