Pienso, pienso y pienso.
En cada minuto perdido intentando convencerte que yo era la indicada, que la buena era yo y que no me encontrarías en otros ojos.
En cada vez que te vi como mi única opción entre miles, que yo era la última en tu lista, y a pesar de ello, siempre te elegía a ti.
En cada media sonrisa que me dedicabas, en las tonterías que salían de tu boca cuando estabas nervioso, en tu incompetencia para tomar tus propias decisiones cuyas consecuencias te gustaba que recayeran en otros.
Pienso en tu desfachatez, en tu cinismo, en la incapacidad que tenías de hacerte cargo de ti y de tus complejos, de tus traumas, de tu delirio de persecución, de tus pésimas elecciones.
En tu necesidad de decirme que me amabas pero olvidabas apuntar que era sólo cuando tú querías, en tus flores marchitas, tus cartas vacías, tu terrible humor y esa manía de desaparecer cuando la vida se desequilibraba.
Pienso, pienso y pienso en todo eso, en lo miserable que me hacías sentir, en mi rabia acumulada cada tercer día y en lo poco feliz que me hacías a ratos y me cuestiono:
¿Por qué no me elegí antes?

- María Celeste R.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Piezas perdidas

Te quiero