Desconozco la fuente
que me provee
de fortaleza en la lucha,
me he atrevido a llamarlo motivo
que tiene la misma pinta
que lo que imagino cuando cierro los ojos
y pienso en mí
dominando cada uno
de mis pasos.
Me gusta soñar
que puedo ser otra persona
con los miedos adiestrados,
las inseguridades erradicadas
y las dudas escondidas
debajo del colchón.
Escribo mis metas
al final de cada uno
de de mis cuadernos,
por si algún día se me ocurre
acudir ahí
para escribir un mensaje
de rendición.
No me mantengo por idealista
sino por mi descabellada idea
de querer sobrevivir
en un mundo que no conoce
de finales felices
y en los que, tontamente,
he creído
toda mi vida.

— María Celeste R.

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