Me llamaste "amor"
y te creí cada palabra,
me subí a tu bote y acepté, ferviente,
cada naufragio.
Navegamos juntos,
soñamos bajo las estrellas
y cruzaba los dedos
para que cada segundo
durara un siglo.
Te quise
y tú a veces lo hacías.
Te veía de soslayo
y comenzaba a creer
en las galletas de la fortuna
que me decían que iba a estallar
de dicha.
Pero nada fue suficiente,
nada importó demasiado,
no me quisiste tanto.
Fui un poema
que pusiste dentro de una botella
y lanzaste al mar.

Sin pensarlo dos veces.


- María Celeste R.

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