Confinada

Hay días en los que me pregunto si volveremos a la normalidad, si la vida que conocíamos regresará. Probablemente no. Y eso me destroza porque ya me había acostumbrado a una comodidad que no había experimentado antes.
Es como si hubiera encontrado el huequito perfecto en el sillón para acurrucarme y que el mínimo esfuerzo por moverme arruinara todo. Y así fue.
Después de meses viviendo con incertidumbre, sin saber si volveré a abrazar a algunas personas o pedirle perdón a otras, siento como si nada tuviera sentido. Como si en algún momento abriera los ojos con la seguridad de que todo fue una pesadilla, pero no logro despertar, y creo que nadie lo hace.
A veces me siento bien y me da por reírme con mi mamá, otras veces me pongo a llorar hasta que me duelen los párpados porque no soporto una realidad en la que el sufrimiento aumentó y siento miedo todo el tiempo.
Sí, hemos aprendido, hemos asumido retos, hemos pasado tiempo con nosotros. Pero también hemos perdido mucho.
Y no tolero la idea de quedarme entre cuatro paredes para siempre, aunque puede que no sea así, pero a veces siento que no habrá salida.
No es que no tenga esperanza, es que ya me cansé de convencerme a mí misma que esto terminará pronto. También sé que hay personas sufriendo más que yo, pero eso no alivia mi angustia, al contrario.
Sólo espero que seamos mejores personas después de esto y que, ojalá, exista un "después de esto".

- María Celeste R.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Piezas perdidas